domingo, 27 de enero de 2013

Capítulo 5



Confusión
L
unes. Por fin lunes.
Nunca pensé que fuera a decir eso, pero, después de pasarme todo el domingo castigada en mi habitación, el hecho de poder ver a mis amigos, aunque eso implicase ir a clase, me parecía maravilloso. No lo decía porque fuese una persona muy activa, prefería quedarme en casa que salir a dar una vuelta, pero eso solo entre semana. Nunca me pasaba en casa un domingo entero: eso implicaba estar con mi familia.
Caminé hacia la cocina, todavía medio dormida y me encontré con que tanto mi padre como me hermano estaban ya allí. No me había dado cuenta de que mi madre también estaba hasta que se levantó de su posición acuclillada junto a una alacena.
-Buenos días, tienes el desayuno en la mesa. Date prisa o llegarás tarde al colegio –me apuró.
Me senté a la mesa sin decir una palabra. En mi familia era extraño escuchar expresiones como “buenos días”, “que aproveche”, “pasa un buen día”… A excepción de mi madre, claro, que hacía todo lo posible para sacar un tema de conversación. No es porque no fuésemos educados, yo usaba expresiones de ese tipo todos los días, pero no con mi hermano o mi padre. A mi padre no le gustaba que tuviese unos poderes que no merecía y me consideraba una inútil por no saber utilizarlos, a pesar de sus múltiples esfuerzos por enseñarme. Y mi hermano…bueno, para él mi padre era un ejemplo a seguir y, al parecer, su odio hacia mí también era algo digno de imitar.
En cuanto terminé de desayunar me levanté. Quería salir de allí. Ahora. Atravesé la puerta con paso rápido sintiendo dos pares de ojos fijos en mi espalda. Me estremecí. Odiaba esa sensación que se tiene cuando observan a una.
Me vestí con rapidez y fui rápidamente al baño, estaba muy justa de tiempo. Cuando acabé, golpeé con los nudillos la puerta de la habitación de Isaac
-¿Te falta mucho? –pregunté mirando mi reloj de muñeca –O salimos ya o no llegamos a tiempo.
La puerta se abrió e Isaac salió de ella como una exhalación.
-Vamos –fue lo único que dijo.
Me colgué la pesada mochila a los hombros y salimos de casa.
No tardamos en llegar al instituto. La moto de Isaac no era gran cosa, pero debo admitir que la controlaba a la perfección. En cuanto la aparcó, se bajo de ella y dijo:
-Chao, muñequita –y se alejó caminando. Odiaba que hiciese eso. ¿De dónde le venía esa obsesión por llamarme por apodos? Tenía nombre. En ese momento me di cuenta de que odiaba muchas cosas. Tenía que hacer una lista.
Busqué a mis amigos en medio de la gran marea de gente que se arremolinaba en el patio.
De repente algo se posó de golpe sobre mis hombros. Unas manos. Solté un gritito ahogado y me giré bruscamente, sobresaltada, con el corazón en un puño y la respiración agitada. Fuera quien fuese, me había asustado. Sabía que no había peligro, que había sido una broma. Pero, aún así, era una sensación desagradable.
El culpable sonreía divertido y soltaba una risita entre dientes. Sus ojos de un color similar al chocolate me miraban cariñosos, su cabellera de delicadas olas negras se sacudía alrededor  de la cabeza y su boca retenía las carcajadas, acentuando el hoyuelo de su barbilla.
-Lo… -comenzó, pero al abrir la boca una carcajada se escapó de sus labios. Tras recuperar la calma continuó –Lo siento, Kat. No pretendía asustarte.
-Ya, claro.  Vamos, Nathan, cierra esa enorme bocaza tuya. ¿Qué pretendías, entonces? –le acusé. Sonreí al final de la frase para suavizarla, en realidad no estaba enfadada en absoluto, pero me gustaba hacerme la ofendida.
-¿Saludarte? –sugirió con una sonrisa… ¿pícara? No, seductora. Sus dedos se entrelazaron con los míos y me besó en la mejilla. Me estremecía ante su cálido contacto, le rodeé la cintura cariñosamente con los brazos y él agarró uno de mis mechones entre sus dedos, acariciándolo.
-Ooohhh, que bonito –la voz cantarina de Alison sonó a mis espaldas. Deshice nuestro abrazo, me liberé de su sujeción y di un salto, apartándome de él. Podía sentir como mis mejillas y mi cuello se teñían de un intenso color rosa. Mis ojos cruzaron una mirada con Nathan y luego descendieron a velocidad vertiginosa hasta mis pies. Hacía ya tiempo que Nathan y yo empezamos a salir juntos y nuestros amigos lo habían sabido desde el principio, es decir, nunca se lo habíamos ocultado. Aún así todavía me resultaban incómodas las muestras de afecto en público. No porque me avergonzase de Nathan, ni mucho menos, pero consideraba que eso era algo privado.
-Alison –le reprendió Cassie, agarrándola por un brazo y tirando de ella para alejarla del lugar –, déjalos en paz. ¿Es qué no ves que están a sus cosas y no te necesitan en absoluto?
Levanté la vista con timidez. Todo el grupo estaba allí. ¿De verdad lo habían visto todos?
-No importa –murmuró Nathan. Después cogió aire y como si no hubiese ocurrido nada añadió: – ¿Qué tal la fiesta, Cassie? Siento no haber podido ir, pero no podía faltar a la comunión de mi prima.
Cassie comenzó con su relato de la fiesta y todos prestamos atención a la historia, bien para enterarnos de lo sucedido, bien para añadir complementos al relato.
Sonó el timbre. El estridente sonido hizo que quisiera volver a mi aburrida habitación.
Mi pequeña tropa de amigos se dividió. Cada uno caminó hacia su clase en pequeños grupos de dos o tres. Caminé hacia el pabellón donde se encontraba el gimnasio. Simon, mi amigo, caminaba a mi lado.
-¿Has visto al nuevo profe? –comentó –Dicen que es más exigente que la anterior, aunque eso no es muy difícil, a decir verdad. ¡Qué buen momento escogió la otra profesora para quedarse embarazada! Se va a librar de nosotros un año entero.
Abrí la boca para contestarle, pero en ese momento una voz a mis espaldas sonó, cortándome la palabra.
-¡Kat! ¡Espera! –me giré y vi a Samuel corriendo hacia mi posición. El corazón luchaba por saltar de mi pecho y yo intentaba retenerlo. Se golpeaba contra las costillas en busca de la salida, produciendo un estrepitoso sonido. Mis ojos alcanzaron los suyos y él sonrió. Las comisuras de mis labios se elevaron tímidamente para devolverle la sonrisa. En unas cuantas zancadas, me alcanzó –Hola. Estoy ligeramente perdido, me alegro de haberte encontrado. Como todavía no habíamos tenido ninguna clase de educación física no estaba seguro de a dónde tenía que ir.
“Yo también me alegro de que me hayas encontrado” pensé para mis adentros. Y entonces recordé. Todo lo ocurrido el sábado volvió a mi mente como en una especie de flashback. Recordé el sentimiento de la culpa recorriendo mis venas, el montón de estupideces que hice. Pero también volvió el recuerdo de su pelo rubio, sus hermosos ojos verdes, su sonrisa de perfectos dientes blancos… “¡No, no, no! ¡Quítatelo de la cabeza, tonta!” Hice caso a ese pensamiento y adopté una posición más relajada y tranquila. Bueno, lo intenté. Aún así, tendría que valer.
-Ah, vale ven conmi… con nosotros. Esto… Samuel, este es Simon. Simon, Samuel –dije yo señalando con la cabeza cada vez que decía un nombre.
Los dos jóvenes entablaron una entretenida conversación sobre dios sabe qué mientras caminábamos hacia el gimnasio.
Al llegar el profesor hizo las típicas presentaciones, nos indicó como sería la valoración de las notas y luego fuimos al vestuario a prepararnos. Me quité la sudadera, quedándome en manga corta y salí del vestuario.
-Hoy vamos a dar empezar suave. Venga, primero unos cinco minutos corriendo. ¡Vamos, chicos, con energía! –Dijo el profesor. Lo evalué durante un par de segundos. Había dicho que se llamaba Josh, era alto, tenía el pelo castaño muy corto, sus pequeños ojos eran marrones y su tez aceitunada. Su cara tenía forma de castaña. Le eché unos treinta y tantos. Entró en el despacho y se centró en unos papeles que tenía sobre el viejo escritorio que llevaba allí desde siempre.
-Kat, vamos –me dijo Simon tirándome de un brazo. Al girarme descubrí  a Samuel a su lado. Se había quitado la chaqueta del chándal y ahora tenía una camiseta blanca con líneas horizontales de color azul que aparecían bajo el pecho y se iban convirtiendo en líneas más claras y finas. No era muy ajustada, pero dejaba entrever su torso bien musculado.
-Bonitos tenis –me dijo él, sonriendo cortésmente.
Me miré los pies. Llevaba unos tenis de Adidas, blancos, negros y rosas. Me los había regalado Cassie por mi cumpleaños y ya empezaban a desgastarse, pero todavía conservaban un estado decente.
-Gracias. Bonito… –cuerpo, pensé de forma refleja. Sin embargo lo que salió de mi boca fue distinto – Bonita camiseta.
Empezamos a trotar, corriendo en círculos alrededor de las líneas pintadas en el suelo que determinaban los límites del campo de futbol.
Después de un par de minutos, dos chicos de clase pasaron por nuestro lado. Eran Jack y Chris. Ambos eran altos y cuadrados. Habituaba referirme a ellos como los dos armarios empotrados. Eran egoístas, brutos, presumidos y consideraban que todos estaban en un nivel inferior al suyo. En resumen, eran unos idiotas.
Chris agarró a Simon de un brazo y tiró de él. Simon le gritó que le soltara pero el otro lo ignoró. Aumentó la presión del agarre. Su mano rodeaba todo su brazo, pues Simon era menudo y no muy alto. Mi amigo forcejeó y intentó soltarse, pero cuando casi lo había conseguido, Jack lo sujetó por detrás y empezaron a empujarlo de un lado al otro entre sus risas y los quejidos de Simon.
-¡Basta ya! ¿Qué os ha hecho él? ¡Soltadle de una vez! –chillé yo, acercándome a ellos desafiante.
Cada uno de ellos era el doble de grande que yo, pero no me importaba. La sangre me ardía en las venas y el odio me rodeó. Me daba igual lo fuertes que fueran, yo era ágil, veloz y, por una vez, pondría en práctica los ataques de defensa propia que mi padre me había enseñado en los entrenamientos.
Jack se giró hacia mí, dejando a Simon forcejeando con su amigo.
-No has dicho la palabra mágica, guapita –dijo él riéndose –.Tal vez, podamos llegar a un acuerdo –dijo él, en parte mofándose de mí y en parte desafiante.
-¿Qué? ¿Estás de broma? No hay nada que acordar. Dejadle en paz y punto.
-Mmm… -ronroneó poniendo una mano en mi cintura –Rebelde, como a mí me gustan.
-Quítame esa sucia manaza de encima –rugí. Hizo lo que le ordené, pero me miró divertido como si fuese la primera vez que le decían algo así –. Y, ahora, soltad a Simon.
-Si insistes… -dijo tomando el menudo cuerpo de Simon entre sus enormes manos. Lo levantó unos centímetros del suelo y a continuación lo lanzó por los aires. El delgado cuerpo cayó al suelo, Simon chilló y yo corrí hacia donde él se encontraba. El resto de la clase había formado un corro a nuestro alrededor, pero nadie osó interferir.
Simon se  había rascado la piel contra el cemento del suelo y la sangre roja brotaba de las heridas  con timidez.
-Asquerosos abusones–gruñí yo.
Ambos chicos se dieron la vuelta con la intención de seguir como si nada ocurriese, pero Samuel se había plantado delante de ellos con las manos convertidas en puños y tal cantidad de furia plasmada en el rostro que habría hecho retroceder a un tigre.
Aunque, al parecer, los armarios no opinaban lo mismo.
-¿Qué coño hace ahora este payaso? –preguntó Chris con ánimo de mofo.
Pero entonces la cosa cambió.
-Como volváis a hacerles daño, a insultarlos o a acercaros a ellos, siquiera, os torturaré de tal forma que no querréis seguir vivos.
Chris y Jack encogieron de repente. Era como si Samuel y sus palabras les hicieran encoger. Miraban al joven rubio con un terror tan obvio en los ojos que casi me hizo reír. Ambos se dieron la vuelta y echaron a andar  con el orgullo herido y la cabeza agachada.  La multitud de alumnos que nos habían rodeado se disipó con rapidez. No entendía porque los dos bravucones que se habían encarado con nosotros se encogían así. Aunque las amenazas de Samuel habían sido intimidantes y su cuerpo estaba tenso, los dos jóvenes se habían encontrado en situaciones así montones de veces. De eso no me cabía la menor duda.
Entonces Samuel se dirigió al lugar donde yo me encontraba, agachada, junto a Simon. Y entonces lo vi. Me fijé en sus ojos. El habitual color verde hierba se había transformado en un verde mucho más oscuro y tenebroso, y había adquirido un matiz malévolo.
Y aunque resulte extraño me asusté. Sentí su mirada calándome hasta los huesos y una tentación increíblemente fuerte de salir huyendo de allí. Empecé a temblar, sin saber muy bien por qué. Lo miré con un ligero miedo, sintiendo como todo mi cuerpo se tensaba y se ponía a la defensiva. Pero Samuel hizo una mueca y a continuación tomó una gran bocanada de aire, cerrando los ojos. Cuando volvió a abrirlos, estos habían recuperado su color y su calidez habitual.
Como si nada hubiese ocurrido.
Pero sí había ocurrido algo, yo lo había visto.
Y si había algo que tenía claro, era que pensaba averiguar qué había ocurrido.

10 comentarios:

  1. Hola, siento haber tardado tanto en terminar de leer tu historia (vamos, los capítulos subidos). Escribes genial, me gusta mucho ^^
    Me recuerda un poco a Lilim 2.10.2003 ¿lo has leído? Creo que sé qué le asusta a Kat del chico nuevo... jejejejejejje
    Quisiera saber más del padre y el hermano de Kat.

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    1. Gracias :) No he leído ese libro, pero acabo de mirar una reseña y tiene buena pinta. En cuanto a la familia da Kat, irás conociendo más cosas a medida que avanza la historia :) Y el chico nuevo... bueno, tiene bastante historia que contar :)

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  2. Ouch por Simon... y qué lindo Sam, saltando a defenderlo. Aunque pobre Nathan, también... me da algo de lástima.
    Hay que ver por qué el hermano de Kat se comporta así. Lo mismo con el padre, ¿no? Como decía la madre que la había amado tanto...
    Ya me voy al capítulo que sigue :)

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  3. Cada vez está más interesante. Que sepas que me encanta tu forma de escribir, pareces una escritora profesional :)

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  4. Hola Laura!
    Me gusto muchísimo el capítulo, escribes muy bien :D. Pero me ha quedado una curiosidad: ¿El novio de Kat, tambien es un ángel? Es que cómo el padre de ella es tan exigente, no me imagino como le hara para pasar tiempo con Nathan sin enfurecer a su padre todos los días, o cómo le vera sí ni siquiera puede pasar una tarde tranquila con su amiga.
    Te seguire leyendo :)
    Hasta pronto.

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  5. Uy, uy, uy, ¿pero qué narices está pasando? Me ha encantado la intervención de Nathan y esos sentimientos encontrados que despierta en Kat esa atracción que siente por Samuel. Un placer leerte, como ya he dicho antes, y espero que no me consideres una pesada por comentar en cada capítulo :D
    Por cierto, igual te interesaría revisar el capítulo. Hay algunas faltas de ortografía del tipo letras en el orden incorrecto o faltan palabras (creo que es un "se") que quizás querrías corregir.

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  6. No me acordaba de esta escena. Qué cuqui es Samuel (L)

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